EL TACAÑO: LA INCAPACIDAD DE COMPARTIR
El dinero, medio de intercambio que se usa para obtener bienes y servicios diversos, es frecuentemente llamado “el vil metal” porque más que garantizar bienestar al ser humano ha sido el generador, directa o indirectamente, de muchos defectos que comprometen la calidad de vida. Uno de ellos es la tacañería, esa indeseable cualidad que “adorna” a quienes son prácticamente incapaces de compartir.
Ana Simó, psicóloga y directora del Centro Vida y Familia, define al tacaño como “una persona muy celosa de sus posesiones, que siente placer ante el cúmulo de riquezas y objetos”.
Desde el punto de vista religioso, compartir es una virtud y por ende los avaros y tacaños no son bien vistos, como tampoco los acepta la sociedad, que valora más la repartición para el bienestar común que la acumulación de riquezas en pocas manos.
Diferencia
La tacañería o avaricia no debe confundirse con términos que le son afines, pero no sinónimos. Tal es el caso de la codicia, que se define como el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas o el egoísmo, que si bien difiere de la tacañería, ésta podría acarrearlo.
Simó explica: “El egoísta piensa en su persona y sí invierte en sí mismo mientras que el tacaño piensa en su bienestar material y en cómo acumular riqueza, tratando de no gastar ni en su persona”.
Nos preguntamos ¿cuáles podrían ser las raíces de esta conducta en un ser humano? Desde su experiencia la experta en la conducta humana dice haber visto este defecto con mucha frecuencia en quienes en el pasado, en su niñez, no aprendieron a compartir ni fueron educados para ver el dinero como una herramienta.
“También pueden darse en casos donde la familia ha vivido etapas de crisis económica y el individuo se vio marcado por esta e inconscientemente rechaza la miseria”, dice Simó.
La influencia de la crianza en el tacaño
Indudablemente, y en el caso de diversas formas de comportamiento erróneo, la crianza influye, pues, como bien apunta la psicóloga Ana Simó, ésta se convierte en una importantísima fase de la formación de todo ser humano y “se ha comprobado que la formación de los primeros años marcan la forma de desarrollarse ante la vida que asume un ser humano”, refiere.
Acumular revela carencias internas
Quien es aficionado a las caricaturas ha visto de seguro en algunas de ellas típicos ejemplos de avaros y tacaños. Uno de los más representativos es Montgomery Burns, el millonario villano de la serie “Los Simpsons”, y ¿cómo olvidar a Don Cangrejo, el jefe de Bob Esponja en el “Crustáceo cascarudo”, siempre detrás de los billetes cueste lo que cueste?
La tacañería está en la cultura popular de la humanidad desde los inicios. La literatura la ha reflejado en obras como “El avaro”, de Moliere, en el personaje de Harpagon, hasta en “Los tres mosqueteros”, de Alejandro Dumas, con el personaje de Kesas y, por supuesto, cientos de chistes, juegos, canciones y refranes hablan de los tacaños y su malsana relación con el dinero.
Apego exagerado
Para Ana Simó, psicóloga y directora del Centro Vida y Familia, el exagerado apego de este tipo de personas al dinero “es una forma de tener control sobre sí mismas, lo que indica una inseguridad encubierta”. La especialista en la conducta afirma que hay personas que tienen creencias en cuanto al cúmulo de bienes, pensando, por ejemplo, que la felicidad o la tranquilidad sólo se consigue de esta forma.“El apego en estos casos se proyecta en tener una seguridad material, la cual ellos ven como una forma de llenar vacíos existenciales”, refiere Simó. Valga hacer notar que una persona tacaña no está al corriente de que su conducta le afecta, simplemente es feliz con su forma de ser y comportarse. Cuando la situación empieza a afectar a personas allegadas a esta persona es cuando aparecen las primeras quejas, pues el tacaño ve en los demás una amenaza, gente que quiere beneficiarse de lo suyo.
Convivir
Siendo el tacaño ajeno a la idea de que tiene un problema, ¿qué sucede con las personas que deben compartir con él la vida? Según Simó: “Para que pueda existir una buena danza, lo más recomendable es ponerle límites y expresarle lo que esperan de él. Esto no significa que siempre se da dicha situación, pues hay momentos cuando la persona tacaña necesita sentir en carne propia el daño que está causándole su forma de ser a la relación con otros”.Hay que tener muy presente que en el momento en que la persona entiende que no puede desprenderse de ninguna pertenencia aunque sea innecesaria, como, por ejemplo, periódicos, papel sanitario usado o basura, puede estar manifestando síntomas verdaderamente patológicos de la condición que necesitarán de terapia y la inmediata intervención de un especialista en la conducta.
AYUDA PROFESIONAL PARA EL TACAÑO
Ante la tacañería patológica lo más sano, correcto y recomendable es buscar ayuda de un experto, “que nos enseñe a manejar esos niveles de angustia en el momento que sintamos que vamos a perder algo”, explica Simó. Añade que a veces el problema está en que son muy pocos los tacaños que se acercan a la consulta, “son los primeros que dicen que eso es una pérdida de dinero”, comenta.
Sin embargo debería pensarlo dos veces. Una buena terapia psicológica podría ayudar en todo, y para mejores resultados deberían presentarse no tan sólo el afectado, sino también la familia. Ya de frente, el terapeuta se encarga de enseñarle al tacaño a disfrutar sin entrar en angustia por sus posesiones. “También le enseña a confiar en sí mismo para entender que el cúmulo de riqueza no lo llevará a sentirse más tranquilo”, concluye.
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